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El Anhelo de Madurar como Personas en Pareja

"Se enamoró de sus flores y no de sus raíces...

y en otoño no supo qué hacer..."  (El Principito) 

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Si existe un reto importante en nuestra cultura occidental en el momento actual en el ámbito de las relaciones interpersonales es el de encontrar una forma de vínculo entre el hombre y la mujer que posibilite el desarrollo de la individualidad de cada uno y al mismo tiempo la profundidad y madurez de la relación.

A lo largo de las últimas décadas en España y con anterioridad en el resto de Europa y Estados Unidos los cambios que hacen referencia a la identidad de género (masculino y femenino) se han sucedido de una manera rápida y profunda y el encuentro entre el hombre y la mujer se ha conflictúado enormemente. Este conflicto parece ser el grito de una necesidad ahogada que busca una nueva expresión. Es una constante en la historia de la humanidad que las conquistas de los derechos y libertades se alcanzan tras mucho sufrimiento, luchas y penar como muy bien demostraron Martin Luther King y Mahatma Gandhi junto a miles de seguidores y compañeros que dieron la vida y ellos la muerte por alcanzar unas relaciones de dignidad, de igualdad y de libertad para millones de excluidos.

Los modelos tradicionales que sancionaban la bondad del matrimonio entran en crisis cuando una de las partes (la mujer las mas de las veces) reclama un nuevo orden relacional que tenga en cuenta en mayor medida sus necesidades y deseos como persona autónoma dentro de la pareja como ya lo es en la sociedad. Sin la dependencia económica del varón para la supervivencia, se cruza el umbral de la igualdad económica y los miembros de una pareja lo son no por condicionantes externos de tipo económico, social o religioso sino por opciones de libertad y responsabilidad personal que se derivan de una relación genuinamente amorosa.

En España todavía vive la primera generación que tuvo acceso al divorcio, al reconocimiento legal de una separación que emocionalmente se había consumado con anterioridad y el nuevo espacio de una convivencia libre y no condicionada está siendo estrenado con el descubrimiento de nuevos retos y con ellos nuevas dificultades y no pocos desencantos.

Vivimos la paradoja de que a mayor libertad personal y menor condicionamiento social aperecen mayores dificultades para encontrar una relación válida y amorosa para la mayoría de las parejas. Este mayor espacio para la libertad individual que reconoce la sociedad como derecho legítimo e inalienable nos exime de vivir sometidos a los dictados de otros pero al mismo tiempo nos constituye en los responsables únicos de nuestras decisiones con nuestras carencias y dificultades y esta es una carga a veces muy pesada para la conciencia individual

En ese proceso muchas personas caen victimas del desánimo, la desesperanza y el escepticismo que encubre un doloroso proceso de descorazonamiento.

La pareja actual no se legitima ante sus miembros en base a condicionantes externos como la familia, la posición social o el condicionamiento religioso sino en base a la satisfacción personal de los miembros que la conforman. Y aquí tocamos fondo porque las necesidades y deseos de las personas son cambiantes y evolucionan en el tiempo en virtud de un proceso de maduración ineluctable que conduce a la separación definitiva en esta tierra.

Si las relaciones de pareja han de resultar significativas y duraderas en el tiempo eso sucederá en la medida en que el hombre y la mujer articulen un proyecto de vida hacia el mundo compartido y una relación nutricia, protectora y sanadora entre ellos. Si existe desencuentro en alguna de estas dimensiones la continuidad de la pareja se vera amenazada porque impedirá la realización de ese proceso de maduración de la persona.

Es por ello que la nueva situación demanda nuevas capacidades de comunicación, de escucha, de aceptación a la diferencia, de aceptación de grados de libertad e independencia dentro de la pareja y todo ello plantea dificultades a menudo insalvables para quienes no fueron educados con estos criterios y carecen de recursos emocionales para afrontar esas nuevas necesidades. Los modelos internalizados de los padres resultan insatisfactorios para resolver los nuevos retos y los sentimientos de frustración o incomprensión invaden y ahogan la conciencia abocando a estados de profunda desesperanza.

Urge por tanto una nueva educación sentimental parafraseando a Flaubert.

Es un hecho que los recursos económicos, educativos, informativos no se destinan en modo alguno a facilitar en los procesos de formación de los mas niños y jóvenes la adquisición de recursos y capacidades absolutamente necesarias para el desarrollo de las relaciones intimas y verdaderas. Nuestra sociedad con su modelo educativo-familiar amenaza con “producir” nuevas generaciones cuya mayor habilidad no sera la social-relacional-humana sino la internáutica-informática-playstation. De nuevo la paradoja hace acto de presencia. Existe una sed insaciable de intimidad y estamos educando en la cosificación de las relaciones con un predominio casi tiránico de las nuevas tecnologías de la información.

En medio de tanta actividad, frustración y desencuentro estamos urgidos a buscar las preguntas pertinentes para traer luz a nuestras situaciones vitales y a buscar sugerencias o mapas que puedan ayudarnos a encontrar el rumbo o a situar por lo menos algunos referentes claves para esta nueva andadura.

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Luis Carlos Gómez Serrano
Psicólogo-Cuidador del Alma

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